Escribir y leer son dos actos intrínsecamente morales, pero el foco de esas actividades, la obra, es amoral. Escribir y leer constituyen siempre acciones buenas; "buenas" en sentido nietzscheano, es decir, enriquecedoras al abrirnos a lo otro, al sacudir a nuestro yo comodón y adormecido, al predisponernos para la "sorpresa" (que según Aristóteles resulta condición primordial en el camino del conocimiento).
El carácter "moral" (en
el sentido específico que acabamos de acotar) del disfrute literario, es ajeno
al contenido del texto. Insisto, desde un punto de vista literario, el texto es
amoral: da igual que estemos leyendo "Las mil y una noches", "La
Biblia", "Los Infortunios de la Virtud" o "La Familia de Pascual
Duarte". Quien renuncie a leer las orgías incestuosas y crueles de un
libro de Sade, lo hará por un prejuicio moral, pero nunca podrá escudarse en un
enjuiciamiento literario. Si, de hecho, quiero contrastar el valor literario de
esa obra, no podré basarme en sus implicaciones éticas, sino en su uso del
lenguaje, en su retórica, en su dialéctica, etc. Del mismo modo, una crítica
literaria de "Crimen y Castigo", debe dejar de lado su profundo
cuestionamiento de la moral burguesa (que bien pudiera ser tratada, si
acometiéramos una crítica filosófica), para centrarse en su valor literario. Si
no, estaremos cayendo en el moderno vicio de tratar a las obras literarias como
panfletos, obras de autoayuda o, aún peor, como catecismos.
Como ejemplo de lo dicho, baste
un repaso somero a la literatura infantil y juvenil (especialmente a las
colecciones enfocadas a las escuelas), para comprobar con tristeza cómo
adquiere en ellas más relevancia su cuestionable riqueza en "valores
cívicos", que la pobreza de sus argumentos o la negligencia de su lenguaje.
Imagínese que a un niño se le quiere inculcar el gusto por la pintura,
censurándole aquellos dibujos que a nosotros nos parecen escandalosos.
No debemos nunca presuponer que
nuestros lectores (sean de la edad que sean) son bobalicones vulnerables en
riesgo de descarrilarse si no nos esmeramos en subrayarles constantemente lo
que está bien y lo que está mal.
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ResponderEliminarCierto, pero a pesar de llegar a ser literatura no deja de ser incómodo o desagradable o terrible, por supuesto transmiten lo que quieren y necesitan. Uno puede compartirlo o no, mejor no, como dijo Sandra la vida es demasiado corta para perder el tiempo leyendo aquello que no disfrutas, igual que escribiendo o pintando algo que no aporta nada
ResponderEliminarSin embargo, lo horrible, lo necio o lo escandaloso puede, en la literatura en particular, y en el arte en general, promover grandes obras: véase Goya, Sade, Pietro Aretino, De Quincey, el Barroco...
ResponderEliminarA sus pies
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