El grosor
de un libro no se corresponde con la dimensión de la obra. La paginación
es una propiedad del libro, en tanto que soporte físico, y varía en virtud de
los caprichos del editor. Pero la obra, en sí misma considerada, ya nos estemos
refiriendo a "Moby-Dyck" o al "Poema de Gilgamesh", se abre
a una dimensión no mensurable cuantitativamente.
La dimensión de una obra,
atendiendo exclusivamente a su valor literario, ha de resultar de la propia
obra, de su potencialidad, de su estructura interna y de su desarrollo como ser
vivo, y sólo así cabe tildarla de excesivamente
larga o decepcionantemente breve.
Una obra demasiado larga no será,
pues, aquélla que rebase las mil páginas, sino aquélla cuya dimensión resulte
inapropiada para su estilo, su intensidad, su desarrollo... Sólo desde esta
perspectiva entenderemos que una obra resulte demasiado larga aunque no llegue a las cincuenta páginas, y otra
adolezca de una excesiva brevedad aunque
rebase las quinientas.
Valorar una obra por el número de
páginas de su publicación, es como preferir una especie de flor a otra porque
tenga más pétalos.
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