jueves, 29 de enero de 2015

Las bridas del caballo: la sintaxis

 
 Las palabras se desbocan sobre el papel como caballos salvajes, incontenibles y atropellados. Nuestra afirmación, ya expuesta en otros Noctambularios, de que la literatura surge no de lo escrito, sino de la vuelta sobre lo escrito, se ratifica con la naturaleza mestiza de las palabras recién plasmadas sobre el folio: el resultado inmediato de nuestra primera tentativa de escritura son palabras que, si bien ya son de naturaleza escrituraria, desfilan todavía conforme a una sintaxis oral.

En un primer momento, lo que escribimos aflora en el mismo orden en que lo diríamos, pues de hecho el acto de escribir se acompaña de un soliloquio. Es preciso, en un segundo momento, la corrección sintáctica, o sea, la doma. No se trata de desnaturalizar las palabras, de castrarlas, sino de saber imponerles el paso, lograr cabalgarlas al trote o al galope, según convenga, y enseñarles cuál es su lugar.

La sintaxis aporta valor semántico; afecta al sentido del texto, al tono, al ritmo, a la tensión dramática... Usar frases cortas o largas, la ordenación de las subordinadas, la anteposición del sustantivo o sus atributos, etc, condiciona ineludiblemente el sentido de la obra, tanto o más que el léxico o el argumento. Recurriendo a una analogía pictórica, la sintaxis, para la frase y para el párrafo, vendría a sustituir, para el lienzo, a las líneas de fuga, la perspectiva y la ordenación de elementos dentro de la composición.

No es lo mismo empezar una frase describiendo un anochecer, y narrar luego la evasión de un criminal sanguinario, que redactarlo en orden inverso.
 
 
 
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