Debes sentir la presión del
bolígrafo sobre el papel, el roce del canto de tu mano, cómo la blandura que
sentías en un comienzo aumenta o disminuye según el número de folios bajo la
hoja que emborronas, y cómo te tiembla la mano, y cómo la letra se agiganta o
disminuye, se embravece o se apacigua semejante a un mar negro que a veces
envuelves con todo tu cuerpo, como un niño
en la playa en torno a un hallazgo que le asombra y que aún no quiere
compartir con nadie...
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