Desde el comienzo hemos insistido
en que la escritura es sólo el primer momento de la literatura. La creación
literaria, como tal, surge en la vuelta reflexiva sobre lo escrito. Ningún otro
aspecto lo muestra mejor que la estructura.
La sangría de palabras que
vertimos sobre el papel al escribir es puro devenir, puro río, pura facundia
del espíritu licuada en tinta. La estructura debe canalizar todo eso para que
el texto no quede en charco. Y por más que pudiera pensarse que aquella obra
que aspire a remedar el lenguaje oral puede prescindir de la estructura, es
precisamente ese empeño el que requerirá una estructura más compleja y más
trabajada.
La estructuración del texto (ya
sea narrativo, descriptivo, poético...), lo mismo que la disposición de los
músicos sobre el escenario, garantiza que cada instrumento intervenga cuando y
como debe.
El andamiaje estructural no
avoca, en modo alguno, a una obra orgánica, lineal o cerrada: un texto
aparentemente discursivo, como ya hemos señalado, o una obra fragmentaria, no
pueden prescindir de la estructura.
Sería un error aseverar que la
estructura habrá de encorsetar la obra, o empalarla para mantenerla erguida. La
estructura debe sostener la obra sin llamar la atención sobre sí misma, como un
palacio de cristal.
Sin duda eres un poeta
ResponderEliminar